En el contexto apocalíptico de despidos frenéticos en todos los sectores, en Barcelona estos días cada vez es más frecuente ver gente en las colas de las oficinas de empleo, así como personas congeladas por las bajas temperaturas pidiendo limosna como si fueran estatuas de las Ramblas pero por todas partes, perroflautas vanguardistas o ' vagos de Gracia', ese colectivo del barrio graciense integrado por parásitos y ociosos varios, hijos de la moreneta cachondeta, etc. Es un panorama desolador, ciertamente. La operación pingüino, orientada a evitar que la gente que vive en la calle muera congelada, está en marcha desde que las bajas temperaturas se han instalado en Cataluña. Esperemos que el maldito clima mediterráneo que tanto gusta a los progres vestidos de violeta, venga de una vez. Con el cambio climático nunca se sabe, aunque lo oculten en televisión. Tras la ola de frío, igual viene una ola de calor. Entonces saldrán las playas del estercolero barcelonés por la tele, llenas de gente con supermichelines -aún hay que quemar los turrones, o la sopa de neumáticos en el caso de los más pobres- tomando el Sol. Qué asco.
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