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19 de setembre 2012

La Caixa y la independencia de Catalunya

A pesar de haber vadeado todo tipo de situaciones a lo largo de sus 168 años de historia, nunca como ahora las cosas se habían puesto tan difíciles, tan endemoniadamente complicadas para la Caixa d’Estalvis i Pensions de Barcelona, popularmente conocida por “la Caixa”, como en estos momentos. El gigante financiero se enfrenta ahora a un desafío nuevo que no estaba marcado en las cartas de navegación: el reto independentista planteado en Cataluña por el Gobierno de Artur Mas.

La lista de problemas a la que se enfrenta la Caixa dibuja en la torre negra de la Av. Diagonal 621-629 de Barcelona un escenario que testigos directos califican de “complejo; están desbordados por el galimatías y desconcertados, sin saber ahora mismo por dónde tirar”. Un empresario barcelonés cercano a Mas asegura que “mis amigos de CiU han estado jugando con fuego y se han quemado. Durante mucho tiempo, primero el tripartito y luego la propia CIU, han estado financiando asociaciones independentistas del tipo Omnium Cultural o la Assemblea Nacional Catalana, todas controladas por gente de ERC, y la cosa se les ha ido de las manos. Si a eso le añadimos el déficit de financiación que padece Cataluña, algo de lo que en Madrid no quieren ni oír hablar, y lo sazonamos con el cabreo generalizado provocado por la crisis, el paro y los recortes, tendremos el cuadro de la situación completo”.

Los riesgos para La Caixa, como para tantas empresas catalanas, de una eventual declaración unilateral de independencia son muchos. “Esta es una empresa española”, asegura una fuente de la institución que pide el anonimato, “que tiene su negocio más fuera que dentro de Cataluña. De hecho, dos tercios de la actividad, el negocio y los clientes de la Caixa están fuera de Cataluña y en el resto de España, porque en el extranjero solo tenemos participaciones financieras.

El desconcierto en el que vive la institución, acosada en frentes mil al unísono, tuvo su mejor reflejo en el anuncio del Govern -después de conocida la decisión de Sheldon Adelson de instalar en Madrid sus antros de juego y lenocinio- de crear un complejo de ocio en Port Aventura de la mano de “empresario” tan peculiar como Enrique Bañuelos. Como tamaño maridaje podía resultar cuando menos llamativo, Mas reclamó la aparición de Fainé en la foto, que, con su presencia, contribuyó a dulcificar los perfiles de un lance que no tendría un pase en un país del primer mundo. Esa foto no ha contribuido precisamente a ennoblecer el historial de un hombre y una institución que siempre se han preciado de haber sabido, a diferencia del resto de Cajas, mantener a raya a los poderes políticos locales. “La Generalitat pidió como un favor la presencia de don Isidro y, ¿qué podíamos hacer? Estuvo de 9 a 9,30 de la mañana, pero eso no es relevante. Lo importante es que nuestra presencia en el proyecto se limita a aportar los terrenos, de nuestra propiedad. Ha quedado claro que no tomaremos ninguna participación accionarial en la sociedad que desarrolle el proyecto, ni le concederemos un duro de crédito. Esas son las condiciones”.

Si eso es así, no resulta aventurado pensar que el “Eurovegas catalán” nace muerto, porque no será Bañuelos quien ponga la pasta. Otro tanto ocurrirá con el de Alcorcón sur Mer, dos proyectos que han unido a las elites políticas de Madrid y Barcelona en un mismo tipo de ensoñación reñida con cualquier idea cabal de progreso y desarrollo limpio.

No todos los males son achacables al nacionalismo catalán. También Madrid tiene su parte alícuota de culpa. Algo tuvo que ver el Gobierno Aznar, cuando, en su segunda legislatura, hizo surgir nacionalistas como setas. La situación se deterioró definitivamente con el mentecato de Zapatero, y tomó carta de naturaleza con Pascual Maragall y su decisión de dar carta de naturaleza al tripartito. Es evidente que durante esos años los de ERC han sabido hacer su trabajo, siempre con dinero público. Ahora, Mas ha decidido subirse a un tren del que no podrá apearse. El paisaje es más o menos así: del encuentro entre Mariano Rajoy y Mas, el día 20, no saldrá nada en claro; éste volverá a Barcelona y llamará a elecciones y, si de ellas surgiera una mayoría nacionalista, convocará un referéndum secesionista. A partir de ahí, nadie sabe lo que puede pasar.

Fuente: www.vozpopuli.com (19/09/2012)

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